RUTA DEL AGUA Un viaje de más de 90 días es difícil de contar con pocas palabras, pero quizás como parte de una historia casi fantástica, uno puede compartir imágenes y sensaciones de un tramo de la ruta, memorias que se fundieron dentro del cuerpo y el corazón de quienes estuvimos ahí.
El motivo de seguir el flujo
El camino del agua probablemente tiene que ver con un deseo de conocer cómo es que se originan los ríos, donde nacen las primeras gotas? Donde terminan? Quiénes viven al lado de esos ríos? De donde sale toda esta agua que cómodamente la vemos fluir cuando abrimos la llave de paso de nuestras casas.
Un recurso conocido por todos nosotros desde que venimos a este mundo, pero que pocas veces nos ponemos a pensar ¿cómo es que llega hasta donde nosotros estamos? Cuanto más puede durar, es un ciclo eterno? Cuanto años más contamos con este recurso?
Son varias de las preguntas que nos hicimos antes de empezar esta travesía que nos abrió los ojos y nos mostró claramente que este planeta es mucho más misterioso y mágico de lo que pensamos.
Al agua comenzamos a seguirla en el “veranillo del niño”, una especie de verano que dura unos 15 días en septiembre y ocurre especialmente en, en la parte oriental, de la Cordillera de los Andes donde se ubican algunas cumbres como el Cayambe, el Antisana, el Altar y el Sangay.
Una mañana el grupo de La ruta del Agua inició su travesía, de occidente a oriente, con la meta de atravesar el Parque Nacional Sangay, Patrimonio de la Humanidad, abriendo una nuevo camino hacia la Amazonía.
Habíamos decidido junto con el equipo de Nahual expediciones, que la travesía sería liviana y versátil. Queríamos llevar lo mínimo necesario, para cubrir más kilómetros en menos tiempo y contar con la agilidad suficiente al llegar al camino hacia el oriente.
Si en esta primera parte nos iba bien, entonces continuaríamos descendiendo por varios ríos amazónicos hasta llegar al Marañón en Perú, punto donde para muchos inicia el gigantesco Amazonas.
Al comenzar la ruta
Con la primera luz del día, ya teníamos clara la consigna de este viaje, donde nos propusimos conocer y documentar cómo el agua se abre paso, cayendo gota a gota desde los glaciares andinos.
El agua desciende como pequeñas sequias por las empinadas y complejas laderas de los páramos, hasta transformarse en ríos cristalinos, helados, tenebrosos, que descienden a gran velocidad hasta llegar a la llanura amazónica tomando formas de caudalosas semejantes a culebras, con sus aguas mansas y armoniosas.
El cruce de los Andes fue una larga travesía. Senderos colmados de frailejones, polylepis y arbustos de lo más diversos se mezclaban con los gigantescos pajonales andinos y flores diminutas de varios colores.
Durante la primera parte del acercamiento a la base del Sangay llevamos cuatro caballos que transportaban las carpas y el material de ascenso para la cumbre.
Pese a lo escarpado del terreno, Juanito y Segundo, los guías “del páramo”, ágilmente subían por las duras cuestas atravesando los pajonales hacia nuestro primer campamento que estaría ubicado en pampa culebrillas.
La noche no tardó en llegar y las últimas dos horas de descenso hacia el campamento las hicimos en oscuridad total, cubiertos bajo el manto brillante de la vía láctea.
En el Parque Nacional Sangay abunda la vegetación arbustiva. Las inmensas hojas de aspecto jurásico se cruzan de tanto en tanto y a pesar del frío, las plantas tienen sus formas de adaptarse.
A diferencia de otros páramos, se ven hojas colosales y varios arbustos de tipo tropical que pueblan zonas intermitentes entre los pajonales. Luego de varios días de camino logramos estar frente a frente al imponente Sangay.
En el viaje fuimos testigos de varias explosiones extraordinarias que se alzaban con ligereza hacia la atmósfera y en ese instante fue emocionante pensar que en pocos días intentaríamos llegar hasta el cráter principal, en la cumbre de la montaña.
A las 3:30 de la mañana, Gaspar Navarrete calentaba agua en los prácticos reverberos de montaña.
Con frío y sueño nos uníamos al grupo de cocineros, tratando de calentarnos en una especie de choza provisional, donde comimos la famosa machica, mezcladita con panela y agua.
A las 5:40 de la mañana llegamos hasta la nieve y ascendíamos con buen ritmo, bordeando la cara sur del Sangay. El amanecer nos cubrió con su luz reflejada en la llanura amazónica.
A las 8:30 de la mañana llegamos a la cumbre del Volcán Sangay y nos dimos un abrazo de profunda alegría, agradeciendo a la suerte y a los dioses que por ahí moran.
El agua que se origina en el Sangay, desciende por varios ríos hacia el valle del Upano, los más importantes son los ríos Sangay y Volcán siendo este último el que tomáramos como referencia para intentar nuestro descenso.
Cuando el Volcán y el Sangay se unen se origina el río Upano, uno de los más bellos y salvajes ríos amazónicos.
El Upano, desciende hacia el sur oriente del Ecuador atravesando varias ciudades y pueblos amazónicos y se junta con los ríos Paute y Negro y en esta sección se lo conoce como Namangoza justo en la entrada del cañón de Las Cascadas Sagradas y luego de atravesar este cañón se junta con el Zamora y forman el rio Santiago, el mismo que seguiríamos hasta llegar al Marañon.
Iniciamos el descenso de ese majestuoso pico andino-amazónico y pensaba en la épica aventura del conocido explorador Crhis Bonington que había realizado un ascenso al Sangay desde la Amazonía 30 años antes que nosotros.
Quizás debíamos buscar su ruta, pero por obvias razones era casi imposible de saber por dónde había pasado, o poco probable que la encontráramos, este era el inicio de nuestra entrada al Sangay de aquí para adelante la ruta era inexplorada y mientras avanzábamos sabíamos que cada paso que dábamos hacia el oriente, nos exponía y adentraba en un mundo nuevo, mágico, peligroso y desconocido.
Habíamos visto varias veces los mapas y sabíamos que había que seguir una arista que caería en algún momento en el nacimiento del río Volcán. Habíamos tomado un rumbo de descenso y caminabamos cargados con más de 25 Kg en las mochilas sobre matorrales tupidos con una densidad que permitía soportar nuestro peso.
De tanto en tanto se veían huellas de osos y tapires y de otros animales que seguramente circulaban por esa arista de occidente a oriente y viceversa.
El descenso por momentos se volvía tormentoso, avanzábamos lentamente y una llovizna o “papacara” nos golpeaba de tanto en tanto. Nuestra intención era descender lo más que pudieramos el primer día porque no teníamos suficiente abrigo para la noche.
A eso de las 18 hrs decidimos detenernos en medio de la arista, no habíamos encontrado ni una gota de agua, pero podíamos ver y esuchar el sonido de los veloces ríos amazónicos. A los lejos se veia lo que después descurbiríamos que era el río Volcán.
Luego de varios días de camino y una bajada estrepitosa y de mucho peligro, logramos llegar al río Volcán, estabamos felices, de alguna manera ese encuentro era la garantía de nuestro encuentro con el río Upano y nuestra llegada a Macas.
El clima, el paisaje, el agua acompañaban el ánimo de la expedición, habíamos logrado atravesar este primer desafío y llegabamos a eso de las 21 Hrs a la ciudad de Macas luego de 9 días de camino.
La etapa de Rafting iniciaba en el río Upano, el equipo de Nahual expediciones había invitado a Timoteo, “capitán de río y tierra” de la empresa River people, para guiar junto con Thomas Dammer al equipo durante la travesía hidrográfica. Nos embarcamos temprano en un cataraft con capacidad para 8 personas y un raft operado por una persona con la mayoría del equipo.
Entrar en el río Upano fue realmente impresionante, desde hace muchos años este río del Ecuador para mi ha sido emblemático y especial, esta ves lo navegábamos con la intención de atravesar el mítico cañón de “Las cascadas Sagradas” para llegar hasta Tiwintza en donde habíamos previsto construir una balsas para navegar hasta el Marañón.
Esta etapa de río rápido duró 5 días, la adrenalina nos acompañaba día y noche y también la ansiedad nos mordía de tanto en tanto pues al llegar al cañón, sabíamos que una vez que estuviéramos dentro la única salida sería atravesarlo.
El clima nos acompañó y cuando entramos al cañón, el río Paute estaba bajo aunque el Upano azotaba contra las piedras porque había llovido la noche anterior.
El nombre de este espectacular cañón corresponde exactamente a su realidad, uno de los lugares más pretenciosos y bellos del Ecuador, quizás esto se deba también a que felizmente el hombre ahí aún no puede llegar con facilidad, atravesamos varios rápidos peligrosos con mucha cautela y precisión, el cataraft se veía como un pequeño barco de papel en medio de esas paredes gigantescas de piedra milenaria.
Luego de varios días de cabotaje llegamos a Tiwintza, hacia un calor de uno 38 grados que nos acompañó las ultimas horas de esta sección de la travesía.
Luis Chiriap había conseguido las balsas para descender hacia el Perú. Nos demoramos casi dos días en amarrar, e improvisar una pequeña estructura que nos protegiera del sol para el viaje que iniciábamos que sabíamos sería de al menos tres semanas. Estábamos en la primer semana de diciembre y el calor era insoportable.
Nos reunimos para este trayecto con los compañeros shuar del Perú quienes a través del Consejo de Gobierno del Pueblo Shuar Arutam de Ecuador, RUTA DEL AGUA nos daban el apoyo logístico y los permisos para atravesar y conocer su territorio.
No habíamos navegado más de 5 horas cuando llegamos a la frontera con Perú, allí dejamos la lista de las personas que derivábamos en las balsas y esta fue la entrada al hermano país del sur.
La belleza del río Santiago se fundía con los paisajes de la Cordillera del Cóndor, el cielo azul, brillaba resplandeciendo su furor veraniego en las aguas mansas del río Santiago.
Tuvimos los primeros encuentros con los habitantes de las riberas quienes nos recibían con amabilidad y sorpresa, con gritos y sonrisas y perseguían las balsas por la orillas de sus comunidades. Para esta etapa del viaje habíamos comprado varios machetes, ollas y otras cosas que íbamos intercambiando con comida.
RUTA DEL AGUA En las balsas instalamos una pequeña cocineta que nos servía para preparar los alimentos que conseguíamos en el camino, comimos de todo y nunca nos faltó la fresca chicha amazónica “la que da valor”.
El encuentro con la gente era realmente interesante y movilizador, una especie de oriente Ecuatoriano de los años 70as era la sensación que rodeaba nuestras conversaciones sobre los shuar del Perú.
Los paisajes eran maravillosos, la comida deliciosa y la gente amable y amiguera, pero como en toda aventura no podía faltar ciertas complicaciones en un sector del trayecto que impidió que lográramos descender con nuestras balsas hasta el Marañón como habíamos previsto en un inicio y tuvimos que desistir de esta meta a menos de 120 Kmts de la llegada.
RUTA DEL AGUA Un grupo de dirigentes awajun (nacionalidad amazònica peruana) no estaba de acuerdo con nuestro transito por el río en la zona en donde teníamos que pasar por su territorio y pese a nuestra insistencia no pudimos conseguir los permisos ni las garantías necesarias para atravesar la zona del bajo río Santiago.
Esto fue duro para el equipo, pues luego de haber atravesado tantos obstáculos, nos veíamos obligados a renunciar a nuestra meta a menos de dos días de la llegada.
Creo que logramos tomar esta situación como un aprendizaje de la resignación, en pos de la seguridad.
Luego de tres semanas de viaje regresábamos a Ecuador en una canoa a motor, felices, cansados y con la mente y el corazón agradecidos y estupefactos ante la belleza de este mundo, del Ecuador, del Perú y de su gente.
RUTA DEL AGUA